martes, 27 de julio de 2010

Naufragio

El barco crujía por la experiencia, la tempestad siempre había estado ahí y los faros son inútiles para los ojos que han vertido ya todas sus lágrimas.
Pero tenía ganado su derecho a navegar, y con un viento sorprendentemente favorable, zarpó hacia su  último naufragio.

Consciencia dormida

No, no debí dejar que ocurriera.

Nunca debí dejar entrar a la consciencia en ese sueño de conocerla, o haber despertado a tiempo.

Ahora me veo obligado a cometer el pecado de odiar al amor. Este amor que empezó con el sabor mas dulce y que se tornó en esta tremenda amargura que me invade.

Pero la culpa quizás sea del destino, Ese destino que juega con las cartas marcadas y que por ello siempre consigue ganarnos unas partidas que nos vemos obligados a jugar.

El destino, el azar, la suerte... o tal vez ella. Si, ella. Ella que invadió mi sueño aprovechándose de un momento de debilidad de la consciencia por encontrarla dormida.

Penetró por el camino fácil.

Regar vida.

El llanto de improductivas lágrimas secas, no alimenta miserias. No sirven para escapar de las redes de los señores que manejan el títere de las almas débilitadas por el ayuno de solidaridad colectiva.

Miremos con desprecio a los falsos triunfadores disfrazados con meritos ajenos y oportunidades robadas.

Metabolicemos sin usar los sentidos sordos, ciegos o indiferentes,  los sueños rotos de un mundo de parias.

Alcemos la voz para despertar esas conciencias que ocultan bajo sus largas sotanas los predicadores de morales ajenas.

Reguemos las raices de las conductas útiles con la vitalidad que da una lágrima argumentada.

Vida añeja

Trozo de vida añeja.

Recuerdos empapados de añoranza, atrapados entre unas blancas telas tejidas por negras arañas.
Buenos recuerdos ajados por la cruel actualidad que los destruye como el viento y la lluvia  destroza los cristales de las viejas ventanas, convirtiéndo la imagen cálida de lo que fué una hermosa niñez, en la ruina presente de una casa rota.

martes, 13 de julio de 2010

Allanamiento



Ni alarmas ni cerrojos. Todo estaba abierto.
El alma necesitaba la luz para activar los colores.
Entró vestida de amor, su mejor disfraz.
Una vez instalada, fue cerrando todas las puertas y ventanas menos la del abismo.