martes, 28 de agosto de 2012

El GatoTigre


Por mucho que le gustara ser un tigre, y aunque a veces incluso se disfrazaba de rayas para aparentarlo, era un gato. Un pequeño gato con grandes pretensiones, las grandes pretensiones de un tigre. 

En alguna ocasión acompañaba a una pequeña manada de tigres, que no supo nunca porqué, pero le permitían ir con ellos y hasta incluso le trataban como uno mas. 

Solo tenía una habilidad en que superaba a sus singulares compañeros; subir a los árboles. Por eso, cuando salían a cazar, él buscaba un árbol alto donde escalar, con el propósito de ser el primero en divisar alguna presa y así sentirse de alguna manera útil. Mas que nada para intentar quitarse esa sensación que siempre le acompañaba de que le admitían en el grupo por ... vete a saber qué. Algo que le incomodaba terriblemente. 
   
Muchas veces, estando con otros gatos, gustaba de darse importancia por tener aquellos compañeros tigres y contaba una y otra vez, como gracias a él, se habían conseguido buenas cacerías.   

En realidad siempre era consciente de que no era ni jamás sería un tigre, pero le reconfortaba pensar que en algunos momentos era un poco tigre y sobre todo menos gato.

martes, 21 de agosto de 2012

El CRUCERO

Desde hacia muchos días, los nervios les mantenían en un estado de constante inquietud. Tanto, que les costaba centrarse en preparar el equipaje que llevarían en el viaje. Todos llevarían sus mejores ropas e incluso algunas de las cosas de mayor valor para ellos, a pesar de que, según les habían advertido, no era aconsejable.

Tenían serias razones para estar nerviosos. Era mucho el tiempo en que llevaban esperando poder hacer un viaje así. Era verano. Tiempo de vacaciones. ¡Y por mar !, algo que la mayoría no había conocido siquiera.

Era tal su deseo de viajar, que no solo habían invertido en ello todos sus ahorros, sino que además, contrajeron una deuda que pagarían durante bastante tiempo.

Pero nada parecía importarles fuera del viaje. Los niños, aunque pequeños, parecían contagiarse de los mayores y hasta temblaban. Mientras, los mayores ultimaban los preparativos. 

La noche anterior no había dormido nadie. Ninguno tenía una experiencia como aquella, estando como estaban acostumbrados a la rutina casi única de ganarse la vida.

Con los ojos mas abiertos que nunca, como si quisieran grabar en sus retinas hasta el más mínimo detalle desde el principio de su viaje, embarcaron. 

Realmente era un viaje de ensueño, e importante no solo para ellos. Incluso casi la totalidad de medios de comunicación del día siguiente a su partida, llevaban, -aunque demasiado escueta-, la noticia en sus titulares: "Una nueva patera se ha hundido en las aguas del Mediterráneo intentando llegar a las costas españolas, habiendo perecido ahogados todos sus ocupantes"

jueves, 16 de agosto de 2012

AYER SOÑÉ QUE TUVE UN SUEÑO

Si, lo de ayer debió ser un sueño. Después de compartir... 3, 4 horas?... es igual, el tiempo real no importa cuando después de convierte en un instante, y aunque ese instante sea tan intenso que puedan caber en él minutos, horas o algo que permanecerá en una vida entera.

Sea como fuere, en ese tiempo corto o largo para el reloj de la muñeca y completamente indiferente para ese otro reloj del corazón, tan elástico que cabe el todo y la nada, ocurrió el momento esperado tanto tiempo: En la despedida, en esa odiada y querida puerta de aeropuerto, hubo un nuevo trasvase de masa cardíaca virtual y virtuosa que ya había ocurrido en otras ocasiones, pero que esta vez, por las dimensiones y principalmente por las condiciones, solo pudo ocurrir en un sueño.

Y no por que existiese ese momento en que los sentimientos se mezclan hasta el punto de volverse incalificables. Momentos en que el corazón rompe en lágrimas de dolor, pero con el dulce bálsamo que produce el abrazo que pone el punto crítico a la despedida.

Fueron en total 3 o 4 horas de reloj, pero solo por un instante ínfimo y eterno, se abrieron para mí esas dos ventanas tanto tiempo cerradas -o quizás abiertas a unos ojos ciegos-, por las que jamás había podido asomarme a su alma.

Por eso en ésta última despedida, se llevó esa parte tan grande de mí. Esa parte tan enorme de corazón que sentí como había empequeñecido hasta un tamaño casi inapreciable, pero que si lo usamos como unidad para medir la distancia que nos separa, hace que ésta sea prácticamente inapreciable, haciendo que nuestra separación casi desaparezca, que nos deje unidos aunque sean cientos de kilómetros los que separan nuestros cuerpos.

La sigo teniendo a un corazón de distancia, pero ahora un corazón tan pequeño que cabe en un pliegue de la ropa y es incapaz para separar un abrazo. 

Si, tuvo que ser un sueño. 

sábado, 11 de agosto de 2012

Guerra a los molinos de viento

No. No es que, como el caballero don Quijote, confunda a los molinos de viento con gigantes, pero como él,  siempre ha luchado contra ellos.   

Y es por que son grandes y fuertes. Grandes, fuertes y situados en un lugar prominente. 

Jamás le han gustado los que destacan y se aprovechan de su fuerza, su tamaño o su posición. Por eso siempre les había combatido y contra los cuales, siempre había perdido, claro. 

Aún recuerda su primer molino-enemigo: era un niño. Si, un niño de los que en aquellos largos partidos de fútbol, era el que seleccionaba los jugadores de cada equipo, el árbitro, el que decidía cuando se empezaba y acababa un partido, los descansos y sobre todo quien era el ganador.

¡¡¡Para eso era el dueño del balón!!! 

Y también, -¿como no?-, era el único que tenía auténticas botas de fútbol. 

Era un auténtico molino de viento y muy posiblemente la génesis de esta guerra interminable. Los otros niños, los de abajo, le solían llamar por su nombre cuando pedían que les dejase jugar, e hijo de papá y hasta hijo de puta, después de cada partido.

Desde entonces, nunca le han faltado molinos contra quienes luchar. No todos son iguales, pero en el fondo, se parecen unos a otros como se parecen los molinos de viento; son poderosos y se creen invencibles por su posición siempre arriba, en lo mas alto.

Pero en lo que mas se parecen, -al menos hasta ahora-, es en que siempre ganan.